Siempre me ha parecido que esto de hacer imágenes con palabritas era una forma de expresar mis inquietudes, las cosas que uno va reconociendo importantes en la vida y que me gustarÃa contar a mis hijos y a mis amigos. Muchas veces surgen de la curiosidad, de la emoción o de la admiración, aunque otras surgen de momentos de pura indignación, como queriendo alzar la voz ante un público inexistente. Es algo asà como ¿Pero no lo veis? Cuando eso pasa ya sé que voy a acabar trasnochando para hacer algo al respecto. Es curioso, a esta edad uno ya se observa a si mismo casi como estudiando a un marciano con el que tienes ciertas dificultades de comunicación.
El caso es que me cabrea enormemente ver cómo se utilizan las palabras para alterar o justificar cualquier cosa. Parece que si haces una triple pirueta verbal vas a poder ajustar el sentido de la realidad a lo que a uno le interesa, es como el Circo del Sol versión 1984. Y lo peor es que funciona. Parece que se hemos perdido el sentido común y la mÃnima pizca de pensamiento crÃtico que ha traÃdo a la humanidad hasta donde estamos.
Pero lo cierto es que no es asÃ. La verdad es inmune a las palabras, y para el que tiene que aceptarlas como buenas supone un colapso en su integridad que se refleja en sus gestos, en su cara, en sus ojos… Y eso me pareció ver en Zelenski con su reunión con Trump. A una persona con una realidad aplastante que tiene que plegarse a las palabras de otro porque no le queda otro remedio. Por los suyos.
Y a mà me parece que eso es un acto heroico.